Reyes versus sexo: santos y reinos perdidos
El trabajo de rey es complicado, siempre está expuesto a críticas presentes o futuras y se le exige dar su vida por el reino. Como Fernando el Católico, ejemplo de ejemplos al morir en acto de servicio. Tras enviudar de Isabel la Católica, Fernando casó con Germana de Foix. Sus esfuerzos por tener descendencia conjunta acabaron con Fernando.
Cuando hace casi dos semanas leí en la prensa que la infanta Leonor recibiría instrucción militar como parte de su formación como heredera de la corona española, pensé en Lucas de Tuy. El Tudense es conocido por su obra Chronicon mundi, una crónica al uso pero con la característica de que su objetivo no es sólo narrar los hechos de reyes pasados, sino de que sus vidas sirvan como ejemplo de buen o mal comportamiento para futuros monarcas. El estudio del pasado siempre ha servido para no cometer los mismos errores, incluidos los unidos al comportamiento humano. Y en cuestiones sexuales el sexo ha encumbrado, pero también ha despeñado, a monarcas visigodos, asturianos, leoneses y castellanos durante la Edad Media para ejemplo de sus sucesores. Aquí está nuestra edificante selección, útil tanto para nobles como para plebeyos.
El primero es Rodrigo, último rey visigodo (710-711). Su corto reinado está marcado por la violencia y las facciones para acceder al trono, las cuales acabaron con la irrupción de los musulmanes en el suelo peninsular. Pero la leyenda, nacida en la Edad Media, cuenta que Rodrigo perdió la Hispania visigoda debido a sus impulsos sexuales: al violar a la hija de Don Julian, conde de Ceuta, este decide vengarse, ayudando a cruzar el estrecho a las tropas musulmanas. Resultado final de la leyenda: Rodrigo pierde el trono y el reino visigodo desaparece por una violación.
Alfonso II de Asturias gozó de un largo y próspero reinado (791-842). Aún con problemas, supo mantenerse en el trono, expandir las fronteras de su reino y durante su gobierno la tumba de Santiago fue descubierta. Pero tal vez sea más conocido por su apodo, el Casto. Según todas las crónicas, nunca mantuvo relaciones sexuales con su esposa, es más, no se le conoce descendencia alguna, ni legítima ni ilegítima. Ya fuese asexual, homosexual o impotente, lo cierto es que él o los cronistas supieron gestionar su castidad de manera beneficiosa para la posterioridad.
Proclive a los amores con mujeres de otra religión fue Alfonso VIII de Castilla (1158-1214). La leyenda cuenta que durante siete años o siete meses, el rey estuvo encerrado con su amante judía hasta que esta fue asesinada, olvidándose no solo de que era un hombre casado sino de que tenía un reino que gobernar. Según algunos moralistas medievales, Alfonso VIII perdió la batalla de Alarcos como castigo divino por tener como amante a una mujer de otra religión, algo que socialmente no era problemático al ser él un hombre. No obstante, 17 años después recuperaría lo perdido con creces en la batalla de las Navas de Tolosa, aunque quienes lo juzgaron lo olviden por completo.