Sexo Medieval

Ana E. Ortega Baún

Censura: de la desnudez simbólica a la simple desnudez genital

Iglesia, desnudez, sexualidad, nosotros y la censura. Puesto que nuestro aquí y ahora no suele ser capaz de ver más allá de la sexualidad más genital ante la desnudez humana, tal vez debamos reflexionar sobre quién es el censor.

 

A principios de mayo se inauguró en Aranda de Duero la última edición de Las Edades del Hombre bajo el nombre de Eucharistia. Esta exposición de arte sacro suele atraer a muchas personas cada año por la relevancia de sus piezas. Pero el protagonismo este año se lo ha ganado Astrapo, obra del escultor Víctor Ochoa y que formaba parte de la exposición al aire libre que acompaña al visitante entre las dos sedes de la exposición. Y bien digo acompañaba, puesto que la escultura no duró ni un mes. Si vas al Sonorama no dediques tiempo a buscar la varonil figura desnuda de Astrapo, ahora conocido localmente como el Picha Gorda.

 

El asunto es un poco rocambolesco. Justo antes de que comenzara la exposición, en teoría el Arzobispo de Burgos pidió que la estatua fuera trasladada desde la salida de la exposición a otro sitio. El motivo esgrimido por el arzobispado en una nota de prensa era que entorpecía la salida de la exposición, algo que objetivamente es cierto. Y así fue como Astrapo pasó de estar integrado en la exposición al aire libre a estar aislado, enfrente del ayuntamiento en pleno centro, pero en una zona de copas. Colocar la escultura de un hombre desnudo ahí no es seguro para la integridad de cualquier escultura. Así que Astrapo volvió a su casa tras su aventura arandina.

 

Que Astrapo pagó cara su desnudez ante el Arzobispo de Burgos es algo que la propia institución ha desmentido. Pero una cosa es lo que dice el arzobispado (sea cual sea la verdad) y otra muy diferente lo que ha generado: la desnudez no es agradable a la Iglesia de Burgos. ¿Cómo es posible si la escultura nos retrata como Dios nos trajo al mundo, como él quiso que fuéramos? Iglesia, censura, desnudez, sexualidad y nosotros. Ahí fue cuando recordé a Leo Steinberg y su libro La sexualidad de Cristo en el arte del renacimiento y en el olvido moderno.

 

La bellísima obra de Steinberg pone en relieve algo muy evidente pero que se había eludido. Representaciones del niño Jesús desnudo en situaciones donde su falta de ropa no está justificada; manos y miradas que indican y hasta exponen los genitales del infante; el niño apartándose las ropas y enseñando el pene; posiciones extravagantes; genitales cubiertos por telas tan transparentes que muestran más que ocultan; descendimientos donde la inerte mano de Cristo se posa en su pubis. ¿A qué se debe esto? Durante mucho tiempo la Historia del Arte ha pensado que la desnudez del Niño Jesús y la de los Cristos durante el Renacimiento, se debía a un interés por la anatomía humana. La respuesta no está carente de lógica, pero para el autor no se sustenta ya que en muchas ocasiones esa desnudez no está justificada y, además, a quien están desnudando es a Cristo, lo cual nos acerca a una desnudez simbólica. Que muchos Cristos descendidos y yacentes tengan colocada la mano en la zona genital no se explica sólo como un gesto de pudor, sobre todo cuando tienen el lienzo bien sujeto a las caderas. Finalmente, no estamos hablando de obras minoritarias o de autores menores e irreverentes, todo lo contrario.


Señalar de modos más o menos sutiles los genitales de Cristo tuvo desde el año 1300 hasta finales del siglo XVI una intención teológica: mostrar la humanidad de Cristo, su encarnación. Pero ¿por qué fijarse en su sexualidad y no en otra cosa? Por tres motivos. Porque lo eterno no puede morir ni reproducirse, y al hacerse carne Cristo acepta estas dos cosas. Es testimonio de que Dios es como nosotros, incluido en nuestros fallos corporales. Lo segundo es que Cristo era virgen y para que eso sea significativo hay que ser un hombre y hay que tener tentaciones y ser capaz de cumplirlas, así que para ensalzar su castidad necesitamos de su  entereza física y de su sexualidad. El tercer motivo es que Cristo al no ser concebido de manera sexual no es portador del pecado original, y por ello no tiene vergüenza de sus genitales (recordemos a Adan y Eva: la vergüenza viene por el pecado), por lo cual no puede avergonzarse de su sexualidad.

 

El mensaje de Steinberg es claro: lo que estos artistas del Renacimiento quieren decir es que Cristo encarnado vence al pecado mediante su castidad y a la muerte con la Resurrección. No obstante, conforme este mensaje se iba olvidando, estas obras de arte eran modificadas para esconder los genitales. Tal vez el caso más conocido sea el de los desnudos de la Capilla Sixtina, mandados tapar por Pio V a la muerte de Miguel Angel. Pero no sólo la Iglesia censura. El pudor sexual o el mal gusto son valores sociales más que religiosos aunque se compartan. Desde el Renacimiento muchas de estas obras han ofendido a coleccionistas y conservadores de museos. Los primeros pedían añadir paños a los cuadros como condición indispensable para la compra, mientras que los segundos las relegaban a los depósitos.

 

Iglesia, desnudez, sexualidad, nosotros y la censura. Puesto que nuestro aquí y ahora no suele ser capaz de ver más allá de la sexualidad más genital ante la desnudez humana, tal vez debamos reflexionar sobre quién es el censor.

© Sexomedieval 2014

Compártelo: These icons link to social bookmarking sites where readers can share and discover new web pages.
  • Digg
  • del.icio.us
  • Reddit
  • BarraPunto
  • De.lirio.us
  • Facebook
  • LinkedIn
  • Live-MSN
  • Meneame
  • Technorati
  • Twitter
  • Wikio ES

Un comentario en «Censura: de la desnudez simbólica a la simple desnudez genital»

Los comentarios están cerrados.