Sexo Medieval

Ana E. Ortega Baún

Clases de Historia de la Sexualidad para Yelena Isinbayeva

«Si permitiéramos e hiciéramos todas estas cosas en las calles, temeriamos por nuestra nación». «Los rusos nos consideramos gente normal, estándar; simplemente vivimos los chicos con chicas y las chicas con chicos». «Viene de nuestra Historia». Mientras leía estas declaraciones de Yelena Isinbayeva no sabía exactamente qué cara poner. Para empezar, la saltadora rusa habla del miedo a la pérdida de la identidad nacional… debido a ciertas prácticas sexuales, como si el sexo, el placer y la orientación sexual entendieran de fronteras nacionales. Decidí pasar por completo de lo de  «gente normal» por razones obvias (¿quién se atreve a definir qué es lo normal? ¿Alguien es estándar?) que han prendido fuego en las redes sociales. Y acabé leyendo lo de «viene de nuestra Historia». Querida Isinbayeva, convocar a Clio nunca es buena idea, y menos cuando hablamos de sexo.

 
No es la primera vez que escucho que la homosexualidad es algo moderno, que antes no existía… como si ese «antes» fuese un tiempo continuo, sin cambios ni evoluciones en las ideas desde que apareció el Homo Sapiens Sapiens hasta la segunda mitad del siglo XX. Incluso nuestra forma de ver el sexo, de explicar nuestra sexualidad, ha cambiado y varias veces a lo largo de la Historia. Este blog es un ejemplo de ello aunque se centre en la sexualidad en la Edad Media. No obstante han sido los legisladores rusos los que se han empeñado en grabar a fuego la idea de que existen orientaciones sexuales «no tradicionales», aunque la idea también existe en personas de otros países como el nuestro.

 
Nuestro pasado cuenta cosas muy diferentes de cómo se entendió la sexualidad. En la Antigua Roma, por ejemplo, no existían las palabras homosexual o heterosexual. Directamente no las necesitaban porque su clasificación sexual de las personas no se regía por el con quién preferían meterse en la cama, sino si eran agentes activos o pasivos en sus relaciones sexuales. En este caso, un Romano decente siempre debía ser activo, y en el caso de que practicase sexo con otro hombre, lo correcto era que fuera el que penetrara, pero se consideraba moralmente reprobable que fuera el penetrado. ¿No es esto tradicional? Durante los siglos VII y XI el uso de Penitenciales se extendió por una parte importante de Europa Occidental. Pero su éxito no era legítimo ya que imponían una moral sexual a través de la confesión que contradecía la predicada desde las instituciones oficiales de la Iglesia. Por eso fueron prohibidos, porque no censuraban con fuerza el sexo por placer, las relaciones sexuales no procreativas y el uso de anticonceptivos. Pero se siguieron utilizando porque no había nada que los sustituyera. Entonces ¿qué hacemos si tenemos tradiciones que se contradicen hasta en un mismo espacio y tiempo? Finalmente, los estudios derivados de las ideas vertidas en la obra de John Boswell Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad: los gays en Europa indican que no fue hasta el siglo XI cuando la intolerancia frente a los homosexuales apareció en Europa Occidental, junto con la extensión de otros movimientos contra judíos, disidentes religiosos y mujeres. Así que ¿tradición desde cuándo?


Por todo ello me parece históricamente delirante el que la ley rusa a la que Yelena Isinbayeva hace referencia, hable de prohibir la difusión de relaciones sexuales «no tradicionales». Pues nada, puestos a maltratar la Historia, hagamos lo que nos piden y rescatemos las relaciones sexuales «tradicionales». Propongo volver a poner en vigor el ius primae noctis que, aunque no existiera, mucha gente piensa que sí fue real y seguro que cuela como tradicional. Propongo que desaparezca el sexo anal y el sexo oral heterosexual, el sadomasoquismo, los tríos y el sexo en grupo, los métodos anticonceptivos eficaces, el sexo sin violencia y todas las posturas del kamasutra a excepción del misionero porque no son consideradas «tradicionales», «de toda la vida», por mucho que la Historia del Sexo diga lo contrario. Finalmente propongo reinstaurar los pactos de adelfopoiesis cuyo origen se encuentra en el seno de la iglesia ortodoxa y que permitían que dos personas del mismo sexo uniesen sus destinos sin ser molestadas. Ironías de la tradición, de todo lo que he mencionado esto es lo único historicamente es correcto.

© Sexomedieval 2013

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