Todos al médico: homosexualidad, enfermedad y sexualidades deficientes
Si aceptase la homosexualidad tendría que renunciar por completo a su forma de entender la sexualidad humana desde antes de la Edad Media, basada en que esta tiene una finalidad clara que no se puede impedir físicamente: la reproducción… No insistáis, Fernando Sebastián ni vive en la Edad Media ni va a volver a ella a través de sus palabras. Lo único que manifiesta es lo que escuchó en su juventud, cercana a esos siglos XVIII y XIX que convirtieron en enfermedad buena parte de la sexualidad.
Fernando Sebastián, el nuevo Cardenal español, ha saltado a la palestra por sus comentarios sobre la moral y la sexualidad humana. Casi todos los medios de comunicación se han hecho eco de sus palabras, las cuales han originado numerosas críticas por identificar homosexualidad y enfermedad. Por esto mismo, en Twitter no han faltado los comentarios aludiendo a que el Cardenal Sebastián vive en el Medievo. ¿Seguro? ¿Seguro que en la Edad Media se contemplaba la homosexualidad como una enfermedad? ¿Es sólo una colección de enfermedades lo que nos ofrece el sexo en la Edad Media?
Si quieres un titular explosivo, haz a un cura hablar de sexo. La entrevista a Fernando Sebastián realizada por el periódico Sur es amplia, y en ella se tocan otros aspectos polémicos: el conflicto vasco, los casos de pederastia ocultados por la Iglesia, el aborto. Pero cuando Fernando Sebastián explica unas famosas palabras del Papa sobre los homosexuales y el cristianismo («si una persona es gay y tiene buena voluntad… ¿Quién soy yo para juzgarla?»), el gran titular se va acercando. «El Papa… estima a todas las personas, pero no traiciona ni modifica el magisterio tradicional de la Iglesia. Una cosa es manifestar acogida y afecto a una persona homosexual y otra, justificar moralmente el ejercicio de la homosexualidad». Efectivamente, el nuevo cardenal ha interpretado correctamente las palabras de Francisco I; sabe que es imposible (aunque se haga) recriminar a nadie, incluso a un pecador, que crea en Cristo si su intención no es mala. Pero de ahí a que la Iglesia Católica no vea moralmente reprobable la homosexualidad, hay un trecho insalvable porque «la iglesia no puede cambiar las exigencias de la moral». ¿Y por qué no puede? Porque si aceptase la homosexualidad tendría que renunciar por completo a su forma de entender la sexualidad humana desde antes de la Edad Media, basada en que esta tiene una finalidad clara que no se puede impedir físicamente: la reproducción. Sin una sexualidad que se identifica con la reproducción, la Iglesia tendría que eliminar de la lista de pecados otras prácticas sexuales, aceptando como no pecaminosos el uso de anticonceptivos, la masturbación, el sexo oral, el sexo anal, la zoofilia… todas aquellas relaciones sexuales que buscan exclusivamente el placer y/o que imposibilitan la reproducción, que es el motivo por el cual el sexo homosexual es pecaminoso. Los pecados contra natura dejarían de existir. En otras palabras, se legitimaría directamente la búsqueda exclusiva del placer en el sexo.
En palabras de Fernando Sebastián, el sexo que no es reproductivo es «una manera deficiente de manifestar la sexualidad». Así que, y según las estadísticas, la mayor parte de los residentes en este país manifestamos deficientemente nuestra sexualidad. Por no reproducirnos somos de sexualidad deficiente, no sólo los homosexuales y los estériles. Todos al médico. Esta forma de definir a la sexualidad considerada pecaminosa como una enfermedad no es nueva, pero tampoco es vieja. Nace en el siglo XVIII en el seno de la ciencia médica. La homosexualidad pasa a considerarse problema médico, enfermedad que puede ser tratada, curada. En la Europa medieval no existe el concepto de la homosexualidad como enfermedad. Son personas pecadoras y a partir del siglo XIII también delincuentes, pero nunca necesitadas de un médico. La homosexualidad no aparece en los tratados de medicina cristianos, es más, se autocensuran cuando los textos que traducen o comentan la mencionan. Y es que los tratados árabes hablan de ella, mas ni la juzgan ni la consideran un problema médico. Pero ya sean sabios cristianos o musulmanes quienes creen que tras la homosexualidad hay un defecto físico, se encuentran con el desprecio del gran médico Avicena y con la inexistencia de remedios médicos; a lo único a lo que podían recurrir era a la magia o a la represión.
No insistáis, Fernando Sebastián ni vive en la Edad Media ni va a volver a ella a través de sus palabras. Lo único que manifiesta es lo que escuchó en su juventud, cercana a esos siglos XVIII y XIX que convirtieron en enfermedad buena parte de la sexualidad. En aquellos siglos tan modernos y contemporáneos, todo aquello que se saliese de la normalidad sexual establecida (coito vaginal heterosexual) era médicamente sospechoso. En la Edad Media la culpa era del diablo, inspirador de conductas erróneas. Y hoy en día seguimos con la misma manía, esta vez convirtiendo en enfermedad mental lo que no lo es (por ejemplo, la polémica que rodea a si el trastorno por déficit de atención con hiperactividad o TDAH es una enfermedad o no) para no aceptar cómo somos o no aceptar a los demás. Es más fácil echar la culpa a un tercero que ser responsables y saber quiénes somos. También como sociedad. Hoy y en la Edad Media.
© Sexomedieval 2014