Sexo Medieval

Ana E. Ortega Baún

Violento silencio de la prostitución

Marginadas y silenciadas, así era como vivían las prostitutas en la Plena y Baja Edad Media castellana. Eran útiles a la sociedad porque evitaban que las mujeres buenas fuesen seducidas; pero a la vez eran rechazadas por ser trabajadoras del sexo, por ser promiscuas, una característica sólo valiosa para los hombres porque remarcaba (y remarca) su virilidad. Las agresiones que vivían, salvo cuando sufrían una muerte violenta, no solían ser escuchadas.

 

Esta semana la hemos iniciado con una noticia de la agencia Europa Press que ha tenido eco en numerosos medios nacionales e internacionales: «El gobierno precisa que asesinar a una prostituta no es violencia de género«. Todo empieza a finales de octubre de 2013, cuando una joven prostituta apareció muerta en Melilla junto a una carretera. Las investigaciones acabaron por dar con el asesino: un militar de 31 años que acabó con la vida de la chica por divergencias por el pago del servicio sexual. A la vez que el asesinato se esclarecía, la Unidad de Violencia de Género emitía un comunicado donde lamentaba la muerte de la joven, a la vez que señalaba que los hechos no podían ser tildados de violencia de género por tratarse de una relación casual. Muy pocos medios se hicieron eco del caso, hasta ahora. El Ejecutivo español respondió hace poco a dos diputadas socialistas el por qué no se había considerado el asesinato de la joven como violencia de género; su respuesta es similar a la dada en noviembre por la Unidad de Violencia de Género con la ley en la mano. Puesto que no he estudiado Derecho, no voy a entrar en discernir qué es y qué no es violencia de género según las leyes españolas. Como tampoco he cursado Ética periodística, pasaré por alto el titular de Europa Press. Pero de lo que sí se algo es de Historia de la Sexualidad en la Edad Media.

 

La sociedad medieval es una sociedad de violencia, de ahí que aflore en cada esquina, en cualquier persona y ante cualquier situación. A mayores, la violencia dentro del matrimonio está a la orden del día porque es un sistema socialmente permitido para que el marido «muestre» el buen camino a su mujer. Y también a las hijas y a las hermanas. Cualquier mujer que se porte de forma no idónea puede ser insultada y castigada físicamente si se lo merece por sus familiares y allegados, también por otras mujeres. Y en esta sociedad son las prostitutas las mujeres más «aleccionadas» porque su oficio es el de ser mala mujer. En muchas poblaciones cualquiera podía agredir a una prostituta, verbal, física y hasta sexualmente sin ser sancionados por las autoridades. Ser insultado o pegado en la Edad Media no era sólo daño psíquico o físico, sino mayoritariamente humillación y por tanto deshonra. Pero la honra sólo puede ser perdida por quienes la poseen y las prostitutas, por ejercer su oficio, están desposeídas de ella. Por ello pueden ser insultadas y golpeadas con total impunidad, sobre todo si son las que han provocado la situación o si los testigos así lo indican.

 

En el Fuero de Zorita de los Canes nadie es condenado por insultar a una prostituta, pero sí por violarla. Aunque la pena es irrisoria si comparamos con lo que se ha de pagar por violar a otras mujeres, lo cierto es que este fuero es excepcional al contener esta medida. Los fueros de Cuenca, Béjar e Iznatoraf son muy claros en este aspecto al especificar que quien viole a una prostituta no recibirá ninguna multa. Es más, quien agreda de cualquier forma a una mujer en los baños por la noche o durante los días reservados para los hombres (espacios de prostitución encubiertos), también está eximido de culpa, sea la mujer prostituta o no. Por lo general su violación no es punible ya que en la Edad Media esta acción no es sobre todo daño físico y psíquico como nosotros la entendemos, sino pérdida de virginidad y honra, y en las prostitutas no hay virginidad ni honra que compensar. Las prostitutas son eso, prostitutas, mujeres perdidas que deben volver al buen camino a base de insultos, golpes y violaciones aunque, irónicamente, la sociedad las necesite.

 

Marginadas y silenciadas, así era como vivían las prostitutas en la Plena y Baja Edad Media castellana. Eran útiles a la sociedad porque evitaban que las mujeres buenas fuesen seducidas; pero a la vez eran rechazadas por ser trabajadoras del sexo, por ser promiscuas, una característica sólo valiosa para los hombres porque remarcaba (y remarca) su virilidad. Las agresiones que vivían, salvo cuando sufrían una muerte violenta, no solían ser escuchadas. Y hoy, en pleno 2014, pasa lo mismo. Los medios se han hecho eco de que una joven prostituta fue asesinada porque alguien preguntó cómo que aquello no era violencia de género.

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